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Y, ¿DESPUÉS DEL SÍ QUÉ? REFLEXIONES PARA EL POST- CONFLICTO

La confrontación de más de sesenta años en la que Colombia ha estado completamente sumergida, ha permitido comprender las implicaciones de un aparato Estatal volcado de manera casi exclusiva a la defensa y rezagado en los temas de inclusión e inversión social. Sobre esa base, los acuerdos recientemente suscritos, buscan ser el inicio del camino hacia la concepción de un país que ya no incluya a la guerra como un rubro fundamental del presupuesto ni como el objetivo primordial y caballo de batalla de gobierno, tal como ha sido en los últimos lustros.

Sin embargo, pensar a Colombia sin identificarlo como un territorio en conflicto resulta muy complejo y aún más aceptar que es necesario ceder, para conjurar una pugna tan larga, y que aunque la negociación parta de un desacuerdo es preciso buscar un punto medio en el cual las dos partes se beneficien.


Así, los grandes méritos iniciales de los compromisos yacen en el reconocimiento de las causas más relevantes del conflicto: la gran deuda del Estado colombiano con amplios sectores de su población especialmente rural, la aceptación de un abordaje inadecuado al fenómeno de drogas ilícitas y la desprotección a las víctimas, especialmente defensores y defensoras de derechos humanos, junto con la exclusión política de la disidencia.

Fuente: arcoiris.com.co
No obstante, es ilusorio pretender que con la firma y la refrendación popular del acuerdo se acabe la violencia interna y se produzca una real “transformación estructural” de la política. Después de dar el Sí como en los matrimonios, empieza lo más complejo y solicita de todas las partes el mayor compromiso y responsabilidad para la consecución y desarrollo de lo acordado, que trascienda el discurso vacío de una “paz abstracta”.

Para los gobernantes, se demanda: Voluntad de continuidad más allá de la apetencia del político de turno; seriedad para concretar lo negociado especialmente en los temas de reforma rural, garantías a la oposición, protección y atención integral a las víctimas; y transparencia con los ciudadanos durante todo el proceso.

 Para los guerrilleros demandamos igualmente un serio cumplimiento de respeto a las comunidades y sus territorios, el acatamiento de las reglas de participación política, la plena colaboración en el desarrollo del sistema de verdad, justicia, reparación y no repetición y sustancialmente la aceptación de un nuevo contexto que no utilice los fusiles como únicos medios políticos de expresión.

Fuente:centromemoriahistórica.gov.co
Finalmente para nosotros los ciudadanos la causa demanda participar durante todo el camino de implementación de lo pactado, siendo fundamental partir de un nuevo significado de sociedad - asunto complejo sobre todo si verificamos que la gran mayoría no hemos conocido a Colombia sin guerra-.

Así las cosas, vincularse con esta nueva noción implica, no solamente aceptar a la subversión como interlocutora política válida y tolerar las “contraprestaciones” a su desmovilización, se hace preciso partir de la aceptación del desacuerdo y la diferencia, aceptar otras maneras de solución de los conflictos más allá de los insultos y las balas, reevaluar la mentalidad del todo o nada y en suma emprender el camino del perdón y  la inclusión desde nuestros actos cotidianos.



Comentarios

  1. Te felicito Andrea, muy bueno y afinado tu razonamiento. Te invito a que publiques algo similar en MercosurABC. Saludos cordiales. Graciela Baquero

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